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"Las Cavilaciones de Tami"



 Las horas siguen marcando el reloj que descansa en su escritorio, son más de las dos de la mañana, Tami no puede concentrarse, no consigue escribir el ensayo que debe presentar mañana al comité, tampoco ha empezado la tesis que deberá entregar dentro de dos semanas y como si fuera poco tiene que preparar unas cuantas preguntas para el día de mañana, ya que le esperan 14 adolescentes con poco o nada de interés en lo que ella pueda decir. Tiene tutoría, esos chicos ni siquiera la escuchan y cuando los insta  a participar, es bombardeada por preguntas te origen netamente sexual.

Tami quisiera saltarse el día de mañana si pudiera, quisiera saltarse todo el mes de ser posible, quisiera… quisiera volver el tiempo atrás.

Siente como si su cabeza explotara. Siente frío, hielo y vacíos negros.

Se levanta y se dirige a su dormitorio, la cama está vacía, su esposo no ha venido anoche a dormir ¿Pero cuando lo hace últimamente? Todos los fines de semana los pasa afuera, llamados de la empresa a última hora.  ¿Casualidad? Tami no le cree.

Sale de su alcoba, no quiere dormir ahí, hacerlo solo le martillara la mente con pensamientos sobre con que mujer su esposo estará compartiendo la cama.  Se acobija sobre su sofá, su mirada va de un lado a otro sin ningún rumbo fijo, como si sus ojos estuvieras huyéndole al objeto que delicadamente está bajo una manta de seda amarilla.

Ahí, ahí, dice una voz en su mente, atrévete a mirar… pero ella tiene miedo.

Su piano.

Tami tiene la certeza de que su esposo la ama, no puede dudarlo, se lo ha demostrado durante los últimos años. Pero allí la paradoja de todo esto, he ahí el secreto de una relación.

No solo es amar a tu pareja, esa es la parte fácil. La parte difícil es mantenerse enamorado de la misma persona, día tras día. He ahí el secreto, el poder, la llave.

Hace mucho tiempo que Tami sabe que su esposo no está enamorado de ella y tampoco lo está ella de él, se aman y se respetan, al menos ella aun lo respeta. ¿Pero a quien engañan? Ya no están enamorados.

Al despertar el primer rostro que quiere ver no es el de él, la primera persona con quien quiere hablar, dejo de ser hace mucho tiempo su marido.

El frio entra por una ventana rota. Tami se levanta y se congela al tiempo que ve una sombra negra apoyada en el marco de su cocina.

-         No hagas esto más difícil Tami…

Su voz es fuerte y autoritaria y tiene algo en la mano, un objeto que hace que Tami retroceda hasta llegar a la pared y se acurruque en silencio. No grita, sabe que de nada sirve gritar, nadie vendrá en su ayuda, no puede defenderse tampoco, la camisa de fuerza se lo impide,  ella está sola otra vez.

-         Tami… Tami… tranquila, esto ayudara a dormir.

Dice aquella voz mientras le inyecta.

-         ¿Cómo está? ¿Qué hacía? -  pregunta el esposo de Tami, que está detrás del enfermero –

-         Igual que todos los días, a medianoche se levanta, va  su escritorio,  luego viene al sofá y pone la mirada perdida. Lo hace todos los días.

-         ¿Por qué sigue sin hablarme? El doctor dice que…

-         Lo siento – le corta el enfermero -  si me permite, acostare a su esposa en la cama.

El esposo vuelve a su cama, mientras Tami es acostada en otro cuarto, el sedante ya ha hecho efecto y Tami duerme sin sueños, sin pesadillas, sin recuerdos. Tami no puede hablar, no quiere hablar, ella está perdida en sus cavilaciones del amor y del enamoramiento, justo como se quedó el instante mismo en que encontró a su esposo teniendo sexo sobre su piano con su alumna. En ese momento el mundo de Tami se congelo, se enmudeció, toda ella, para siempre.






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